El 13 de diciembre de 1981 el gobierno de la República Popular de Polonia estableció la ley marcial en su país que se prolongó hasta el 22 de julio de 1983. La proclamación del estado de guerra (en polaco, «Stan Wojenny») sirvió para mantener a raya a los movimientos como el Solidarnosc, sindicato liderado por el que luego fuera presidente Lech Walesa (1990-1995), provocando la muerte de más de 80 personas. Además vino con una reforma económica que sirvió para sumir más en la pobreza a una población que desde la II Guerra Mundial venía sufriendo la opresión de las dictaduras comunistas del Este de Europa, perdiendo más del 20% de su poder adquisitivo, que no era ya muy elevado.
En aquel momento Polonia tenía una deuda insostenible de 22.000 millones de dólares a países y bancos occidentales. Siendo conscientes de la situación los 10 países que componían en aquel momento la Comunidad Económica Europea (España todavía no estaba) se movilizaron para enviar ayuda alimenticia. A pesar de ello el racionamiento seguía. Cada cartilla de racionamiento daba derecho a un kilo y medio de azúcar al mes, 250 gramos de mantequilla a la semana, un kilo de harina al mes, 250 gramos de arroz (también al mes), un trozo de jabón de baño cada dos meses, 400 gramos de jabón en polvo por mes, medio litro de alcohol, dos kilos de carne (que se convierten en tres para los obreros que realizan pesados trabajos corporales) y siete cigarrillos por día. Los niños también tenían derecho a chocolate. Esto no era suficiente.
Esta situación animó a cientos de miles de familias anónimas a enviar su ayuda de forma individualizada a familias polacas que lo necesitaba. Gente desde todos los países europeos se acercaban todos los días que podían a la oficina de correos para enviar una caja llena de productos de consumo diario. Los que vivieron esta dura época en Polonia recordaban la llegada de estos paquetes por el profundo olor a café que salía de ellos. Un kilo de café costaba medio salario de un mes. Más de 30 millones de paquetes llegaron a Polonia desde 1981.
Una Campaña de Café Prima, marca perteneciente al gigante suizo Nestlé, ha querido recordar esos actos anónimos solidarios y juntar a los protagonistas de un lado y otro para que se fundieran en un profundo abrazo de gratitud y les hicieran entrega de un paquete con el café de la marca protagonista de esta campaña como símbolo de agradecimiento por la ayuda que les prestaron en aquellos años tan duros.
Estoy seguro que ninguno de los protagonistas anónimos de esta historia, que enviaron sus paquetes con diferentes motivaciones, nunca esperaron recibir nada a cambio. Cuando ayudas a alguien es más que suficiente la recompensa de ver la sonrisa en la boca de la otra persona. Y ya no estoy hablando de cosas materiales. También tiene la misma recompensa un buen consejo, servir de guía a alguien que se encuentra perdido, mandar un currículum o simplemente escuchar a alguien que lo necesita en ese momento.
Pero lo que hace grande a este acto de generosidad inmenso es que nunca esperas que te sea devuelto. Y eso es lo que realmente le hace grande a cada uno de estos actos.
Lo más triste de todo esto es que normalmente cuando actúas de esta manera la parte que resulta beneficiada no se aprovecha del acto de generosidad porque desconfía que luego no le pidas algo a cambio. Realmente es triste no aprovecharte de la bondad de personas altruistas porque tu corazón sea tan pequeño que no sea capaz de darse cuenta que en este mundo siguen existiendo buenas personas.
¿Por qué un emprendedor no se da cuenta de que es suficiente recompensa que comparta contigo su ilusión en una idea o ver que con tu pequeña ayuda se puede materializar? ¿Por qué una persona que busca empleo nunca te manda su currículum a pesar de tu insistencia? ¿No cree que sea suficiente recompensa para ti verle en un puesto de trabajo nuevo? ¿Acaso puede llegar a pensar que siempre estará en deuda contigo? ¿Por qué la gente piensa que le estas pidiendo tu parte cuando le llamas para darle la enhorabuena porque el contacto que le presentaste al final le ha contratado?
Son tantas las dudas que tengo cuando intento dar respuesta a esta pregunta que al final te das cuenta de la necesidad de organizarnos todas estas buenas personas que vamos vagando por el mundo. Y antes de nada pediros disculpas por pecar de vanidoso al considerarme una buena persona. A ciencia cierta sé que no lo soy. Pero con la misma certeza puedo deciros que lo intento todos los días. Mi única intención es llegar a ser recordado como tal cuando tenga que dejar este mundo, que espero que sea dentro de mucho tiempo.
¿Te gustaría formar parte del Club de la Buenas Personas?
Si eres una buena persona y me alegro de que te hayas cruzado en mi vida.
Cada uno recoge lo que siembra.
Un fuerte abrazo.